En 2013 publiqué un libro, editado por Ediciones Pirámide, que tiene por título el mismo que encabeza este breve post. https://www.amazon.es/dp/B00GJLF1YY/ref=dp-kindle-redirect?_encoding=UTF8&btkr=1#customerReviews
En el mismo y, tras un largo trabajo de investigación en alrededor de una cincuentena de empresas y organizaciones que tuvieron serios problemas (en el libro por motivos de espacio solo se recogen, en forma novelada, diez de esos casos), se llega a una conclusión muy clara. En absolutamente todos los casos investigados, las organizaciones que fracasaron -incluso algunas llegaron a desaparecer o a quebrar-, lo hicieron por tan solo dos motivos: o bien porque disponían de un modelo de gobernanza inadecuada, o bien porque tenían en puestos de liderazgo a personas con motivaciones y comportamientos inadecuados o bien, lo que solía ser más frecuente, por una combinación de las dos causas anteriores.
Y no me refiero aquí a causas que yo califico como instrumentales: que si llegó una crisis de caballo, que si el mercado estaba deprimido, que si no consiguieron renovar las líneas de crédito, que si tuvieron problemas de liquidez, que si sufrieron la competencia de empresas chinas, que si les asfixió la carga de la deuda, etc., etc. Me refiero a causas profundas, a aquellas que están en el origen de las cosas. En el origen de la escasa innovación, en el origen del acomodamiento, de la falta de proactividad y flexibilidad, en la falta de propósito, en la falta de anticipación y preparación. Todas aquellas cosas que necesitamos cuidar para que, cuando vengan mal dadas, podamos resistir, salir del hoyo y, tal vez, salir con más fuerza.
Tampoco diré que disponer de una buena gobernanza y de unos buenos líderes sea una garantía ante absolutamente todo, pero les aseguro que, no tenerlos es garantía de fracaso asegurado.
Sé perfectamente que me voy a referir ahora a un ámbito ligeramente distinto al de las organizaciones a las que me refería en mi libro, pero la verdad, no me resisto a la tentación.
Es público y notorio, a pesar de los constantes esfuerzos de desinformación a los que estamos sometidos, que la gestión por parte de nuestra clase política y del conjunto de administraciones públicas de la pandemia en la que estamos inmersos y de sus consecuencias sociales y económicas, no solo está muy lejos del listón que marcan otros países de nuestro entorno que están siendo mucho más eficaces a la vez que más respetuosos con las libertades ciudadanas y con la actividad económica, sino que nos están arrastrando al más aterrador de los fracasos.
Probablemente le acabaran echando la culpa a la ciudadanía, que es la típica tentación de gobiernos chapuceros y desnortados con administraciones públicas esclerotizadas y decimonónicas, y probablemente cuele, tal es el grado de estupidez y borreguismo que infecta nuestra sociedad, pero yo tengo otra teoría.
Que las conclusiones de “Por qué fracasan las organizaciones”, no son solo aplicables a organizaciones empresariales o públicas individualizadas, sino también a un país, entendido como una meta organización. Si eso fuera así, necesitaríamos con gran urgencia someter al país a una revisión en profundidad de su modelo de gobernanza y reconsiderar totalmente el funcionamiento de las administraciones públicas y, sobre todo, necesitaríamos sustituir a sus líderes y buscar nuevos sistemas de representación democrática que permitan asegurar que, como nación, podamos atraer de verdad a los mejores.
En cualquier caso, tal vez no tenga razón. No puedo en absoluto garantizar científicamente la veracidad de mi teoría ya que la investigación que dio origen al libro tenía un ámbito diferente. Este artículo es tan solo es un pensamiento que me apetecía compartir. Lo dejo en sus manos.