Todos tenemos conciencia de que oír no es lo mismo que escuchar y conocemos bien que la escucha no es un acto natural.
Si es cierto, deberíamos preguntarnos qué es realmente el acto de escuchar.
Según Carlos Alemany[1] «la verdadera escucha es un proceso activo que envuelve aspectos más complejos que el acto pasivo de oír». Alemany nos pone ante el requerimiento de que para escuchar bien debe existir en nosotros una decidida actitud, exigiendo un firme compromiso y esfuerzo para ponernos delante del otro en modo de autentica escucha.
Podemos desarrollar otro tipo de comportamiento, pero sólo de este modo, la persona que comunica podrá sentirse escuchada y atendida. No sólo en el contenido verbal -lo que dice- sino en el tono emocional -lo que siente- quien nos habla.
Y es de esta manera, prestando atención a “ese tono emocional”, donde radica la autentica escucha, Deep Listening o Escucha Profunda, es la que transporta a nuestro interlocutor al mundo de la comprensión y la empatía, logrando “hacerse con el mundo del otro” a través de una disposición de escucha que va más allá del simple oír.
Escucha Profunda – Deep Listening – ¿Cómo lograr este tipo de escucha?, ¿cómo conseguir hacernos con la esencia de lo que la otra persona nos comunica entendiendo, comprendiendo y abrazando el sentido y significado más profundo de lo que nos transmite?.
Para lograrlo es necesario revisar nuestra actitud de escucha. Es querer escuchar lo que hay dentro del otro y, sobre todo, tener claro por qué y para qué escuchamos, qué nos lleva a estar delante del otro en actitud de escucha. Es necesario tener presente cuáles son los intereses reales que nos llevan a mantener esta potente actitud de “escucha profunda”.
Estos elementos son base del proceso, pero no lo cierran, ya que están condicionados por nuestra propia capacidad para llevar a cabo un trabajo interno y personal mediante el cual lograr desprendernos de los prejuicios personales, para posibilitar la aceptación genuina y ausente de crítica del otro, libres de juicios para ser capaces de realizar el esfuerzo que supone llegar al entendimiento mutuo.
Hay preocupación en las empresas por mejorar la comunicación en todos los ámbitos, tanto hacia adentro como hacia afuera de la misma, lo que da pie al ejercicio de un esfuerzo por mejorar la comunicación con programas que ayuden a ello. Pero sólo se conseguirá un efecto realmente transformador si la comunicación traspasa la epidermis, es decir, si la profundidad con la que se lleva a cabo se da y es realmente genuina.
La comunicación auténtica no es un hecho natural, necesita de un conocimiento y una práctica. Es necesario adiestrase. En una organización debería ser el objetivo de todo mando, ya que a través de ella se va a lograr un mayor impacto en el comportamiento del «hablante» y del «escuchante».
No existe otro modo de sentirse escuchado, comprendido, estimado y valorado como persona.
La fuerza de este tipo de comunicación empuja y fortalece el liderazgo y la cooperación al tiempo que reviste la persona con una fuerza que impacta directamente en la dignidad del otro y el sentido de pertenencia.
José Luis Orts
[1] Alemany, Carlos 1998 “14 aprendizajes vitales”, Ed. Desclée De Brouwer