Tradicionalmente, el yo personal, se ha venido desarrollando en un conjunto de medios, que se han interconectado, y que podríamos agrupar simplificadamente en los siguientes ámbitos: familia, amigos y vida social, ocupación y entorno. Todos ellos han jugado y juegan su papel para todos y cada uno de nosotros desde siempre.
Pero últimamente nos encontramos que en nuestra sociedad actual, tenemos que todo ello se ha reducido en muchos casos al yo personal, más los amigos (o quizás sólo compañeros), y la tecnología.
Realmente, las Fiestas de Navidad, el Año Nuevo, y el inicio de una nueva década, son una oportunidad para reflexionar sobre dónde estamos, hacia donde vamos, y que queremos ser en lo que de nosotros dependa. Y entonces viene el añadido y la pregunta, sobre si lo que de nosotros depende, va a más o a menos.
Tantas cosas buenas que nos ha aportado, aporta y puede seguir aportando la tecnología, pero no vienen acompañadas del progreso social, y esto comporta un creciente mal humor, resentimientos y cólera, que conducen a derivas como mínimo poco democráticas y solidarias.
La tecnología, y específicamente toda la revolución digital, nos ofrecen muchos más medios, pero con menos capacidad de decisión, y también una menor creatividad operativa. ¿Y qué hacemos para no vernos arrastrados en esta corriente?
Estamos ante una oportunidad histórica, que nos ha de permitir ser mejores y más solidarios, pero nos hace falta pensar con esquemas de una nueva era, no del pasado, ni que sea el más reciente.
A modo de ejemplo, todo lo que rodea la problemática del cambio climático, que tanto se está aireando actualmente, no deja de ser una invitación inexcusable, a que tenemos que vivir, y enfocar la vida de otro modo. Ser sostenibles, obliga al yo, a pensar en y con los otros, no sólo por ética, sino para sobrevivir.
Puede ser que nuestro mundo, a pesar de sus muchas imperfecciones, pueda presumir de ser a la vez demócrata, y que vela por el crecimiento y el sentido social, pero en cualquier caso nos corresponde ser más generosos y receptivos, de lo que lo hemos venido siendo.
De momento, lo que ya tenemos que universalizar, son los conocimientos básicos y la divulgación del potencial de la tecnología; que no haya “analfabetos tecnológicos”, ni discriminaciones mayores. Feliz 2020 (y siguientes)